Crisis múltiples y solidaridad a la carta
Por Iván Navarro el 8 septiembre, 2022 África Subsahariana
La situación humanitaria en la que se encuentran algunos países africanos es alarmante. A ello ha contribuido el impacto combinado ocasionado por las denominadas “4C”: COVID-19, cambio climático, conflictos armados y coste de alimentos -esto último agravado por el impacto de la guerra en Ucrania. Según Moussa Faki Mahamat, presidente de la Comisión de la Unión Africana (UA), alrededor de 113 millones de personas en el continente necesitan asistencia humanitaria urgente este año, incluidos 48 millones de personas refugiadas, solicitantes de asilo y desplazadas internas. De forma específica, la UA, en las conclusiones de su «cumbre humanitaria extraordinaria» celebrada en Malabo (Guinea Ecuatorial) entre el 17 y 18 de mayo, alertó de que 15 países se encuentran particularmente afectados por los efectos combinados de las “4C”, requiriendo ayuda urgente.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) denunció recientemente que alrededor de 282 millones de los 1.400 millones de habitantes de África se encuentran desnutridos, lo cual significa un aumento de 49 millones en comparación con 2019. La guerra en Ucrania ha afectado aún más la crisis alimentaria en el continente debido a la dependencia de muchos países de la importación de alimentos de Ucrania y Rusia. Particularmente afectados se muestran los países de la región del Sahel, Somalia o Sudán del Sur, que presentan unos niveles de inseguridad alimentaria alarmantes. En el Sahel estos han alcanzado su punto más alto desde el año 2014, obligando al Gobierno de Chad a declarar la emergencia alimentaria en el país el 2 de junio, debido a las malas cosechas, la escasez de cereales y fertilizantes y el aumento de los precios de los alimentos. En Somalia la ONU advirtió que el país se dirige hacia la hambruna debido a su peor sequía en al menos cuatro décadas que ha generado que cerca de la mitad de la población se enfrente a una inseguridad alimentaria de nivel crítico.
Si estos datos dan muestra de la difícil situación que atraviesan parte de las poblaciones africanas afectadas, el último y reciente informe anual realizado por el Consejo Noruego para los Refugiados (NRC) que mide las diez crisis de desplazamiento más desatendidas del mundo, denuncia que por primera vez la lista está compuesta exclusivamente por países africanos, siendo el orden de desatención el siguiente: República Democrática del Congo (RDC), Burkina Faso, Camerún, Sudán del Sur, Chad, Malí, Sudán, Nigeria, Burundi y Etiopía. La lista mide el nivel de desatención en base a tres criterios: falta de financiación, falta de atención de los medios y falta de iniciativas políticas y diplomáticas internacionales.
Jan Egeland, secretario general del NRC, denunció que esta situación apunta a un fracaso de la comunidad internacional para abordar los conflictos y su resolución en el continente. Pero no solo es incapacidad para resolver crisis que se cronifican, también es insolidaridad a la hora de abordarlas. Por ejemplo el informe del NRC denuncia que en el caso de la ayuda a la RDCongo en 2021 está ha sido totalmente insuficiente para cubrir las necesidades de asistencia humanitaria a su población (876 millones de dólares recibidos de los 1.980 millones solicitados). También el caso de la crisis en el Sahel representa otro ejemplo de desatención. A principios de 2022 la comunidad humanitaria hizo seis llamamientos solicitando un total de 3.800 millones de dólares para proporcionar ayuda en toda la región, pero a mitad de año solo se ha conseguido financiación para menos del 12%. Frente a ello, llama la atención el caso del llamamiento humanitario realizado frente a la crisis en Ucrania lanzado el 1 de marzo, ¡¡¡el cual logró financiación para casi su totalidad ese mismo día!!!
Pero la solidaridad a la carta no se queda ahí. Egeland también sostuvo que si bien los niveles de hambruna están aumentando en la mayoría de los países en la lista de crisis desatendidas, varios países donantes están considerando reducir la ayuda a África y redirigir los fondos hacia la respuesta a Ucrania y la recepción de personas refugiadas ucranianas. Tal vez no tenga que ver directamente -o sí-, pero la FAO acaba de anunciar la suspensión de la ayuda alimentaria a Sudán del Sur debido a la escasez de fondos. Ello implica que al menos 1,7 millones de personas perderán el acceso a ayuda alimentaria humanitaria en un momento crítico donde se estima que más del 60% de la población sursudanesa se enfrenta a una grave inseguridad alimentaria.
La misma capacidad de respuesta y solidaridad que la comunidad internacional está teniendo con el pueblo ucraniano, debería inspirar la misma urgencia en la respuesta a las crisis más desatendidas de nuestro tiempo. Pero no es así. Una vez más más lo que observamos en la gestión dispar de la ayuda humanitaria es una nueva obra para el museo de los horrores de la “necropolítica”, en donde el poder, tal y como denuncia Achille Mbembe, decide quién debe vivir y quién debe morir; quien es sujeto de atención y quien no.