Los científicos de antaño no se equivocaban en las posibles consecuencias que tendrían los combustibles fósiles, entre otros.
Hace cuarenta años, un grupo de científicos se reunieron en la Institución Oceanográfica de Woods Hole, Massachusetts, EE.UU, para preparar lo que era la primera evaluación sobre el cambio climático a escala mundial debido a las grandes emisiones de dióxido de carbono. El documento se presentó en 1977 al presidente americano, James Earl Carter Jr., aunque, después de su caída ante Ronald Regan, el asunto no volvió a tenerse en cuenta.
Esta evaluación, la cual era denominada el Informe Charney, constaba de predicciones científicas sobre lo que podría suceder en un futuro no muy lejano en relación al cambio que estaba sufriendo el planeta, sobre todo por las emisiones del gas invernadero.
De este modo, este documento reunía datos en los que se diagnosticaba el fenómeno que hoy está provocando miles de manifestaciones y la participación de muchas organizaciones que intentan concienciar a los políticos, que poseen el poder de cambiar legalmente las medidas que pueden ayudar al planeta, pero también a la sociedad: un pequeño cambio también supone un gran apoyo para frenar este fenómeno.
Así pues, las medidas que se indicaban en el documento no eran diferentes a las que ahora defienden organizaciones como la de Greta Thunberg: reducir las emisiones de gases responsables del efecto invernadero, pues “a finales del siglo XX y principios del XXI, empezarían a percibirse los primeros impactos, capaces de alterar nuestra civilización de forma sensible”, tal y como señalaba el propio Informe.
Por tanto, cada año nuestro planeta lucha por resistir a las múltiples contaminaciones que ponen en riesgo el agua, dejan sin comida a miles de personas, sube el nivel del mar, arrebatando las viviendas a todos aquellos que residen en las zonas de costa, aumenta la temperatura en 1,5ºC y también la creación de incendios en muchas zonas del globo, como los que están sucediendo en las Islas Canarias o los que previamente han ocurrido en Siberia.
Ante esto, solo nos queda guiarnos por los Objetivos del Milenio, los ODS, creados por Naciones Unidas y, también, la Agenda 2030: erradicar la pobreza, paz mundial, hambre cero, educación de calidad, energía renovable, entre otros. Está en nuestras manos concienciarnos acerca de lo que está sucediendo, pero, sobre todo, actuar y evitar una catástrofe que ya se predijo cuarenta años atrás y que hoy en día afecta a miles de poblaciones, siendo las zonas más pobres— África, por ejemplo—las más perjudicadas. Se trata, pues, de un cambio de todos y para todos.
Por Lorena Company